Gaspar Yossed, el joven magoi

Anahí y Yazda se amaban mucho. La joven, cuyo nombre —Anahí— significa “inmaculada”, era desde niña proclive a leer. Aunque las mujeres de su cultura raramente eran introducidas en el arte de la lectura, la niña consiguió acceder a la biblioteca de pergaminos a través de un amigo de la familia, otro niño al que llamaban el Yazdani, el “pequeño sabio”.

La amistad entre ambos creció al calor de los libros. Y al calor de la amistad nació y maduró el amor. Yazda y Anahí Kansbar se casaron un 6 de enero.

Yazdani alcanzó el grado de “magoi” y dejó de ser “pequeño” para todos, excepto para su esposa Anahí, la única mujer de aquella comunidad de sabios que compartía plenamente con su Yazda la búsqueda de la Verdad.

A la luz de las velas y los pergaminos antiguos nacieron sus dos primeros hijos, Anghem y Fernhad. Y cuando se iba a cumplir el séptimo aniversario de boda, justo un 6 de enero, nació el tercer vástago, al que llamaron Yossed, que significa “el que cuida al sabio”. Todos vieron en ello un mensaje del Cielo. Esa fecha tendría una especial significación para la familia Kansbar.

Pronto se hizo la luz en el estudio de los Kansbar. Muchos años habrían de pasar para cumplirse la profecía, pero la noche de su décimo aniversario de bodas y tercer cumpleaños del pequeño Yossed los esposos contemplaban el cielo con las manos entrelazadas cuando vieron brillar intensamente y desaparecer después una estrella.

Al acudir a su biblioteca de pergaminos, el primero que les saludó sobre la mesa era el rollo del profeta hebreo Habacuc. Leyeron con el alma expectante:

«Aguantaré de pie en mi guardia, me mantendré erguido en la muralla y observaré a ver qué me responde, cómo replica a mi demanda. Me respondió el Señor: Escribe la visión y grábala en tablillas, que se lea de corrido; pues la visión tiene un plazo, pero llegará a su término sin defraudar. Si se atrasa, espera en ella, pues llegará y no tardará».

El niño fue creciendo al mismo ritmo que la profecía iba madurando en su corazón. Sus padres, especialmente Anahí, le hicieron partícipe de su expectación. Con el paso de los años fueron encajando como en un mosaico las diversas teselas de sabiduría que los esposos Kansbar guardaban celosamente. Una noche, después de la cena, Yazda y Anahí anunciaron a sus hijos que el día esperado era inminente.

—La estrella que vuestra madre y yo viésemos juntos hace tantos años… está cerca de nuevo. Hemos consultado los libros y rezado mucho. Se acerca una gran revelación para el mundo y nuestra familia está llamada a ser testigo y anunciarla.

«Y tú, Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar al que ha de gobernar Israel; sus orígenes son de antaño, de tiempos inmemoriales»—recitó Anahí—. Estas palabras del profeta Miqueas nos dicen el lugar.

—Uno de nosotros deberá ir allí para ser testigo y ofrecer el homenaje de nuestra espera. Serás tú, Yossed, el pequeño de la casa, nuestro enviado, porque el Rey anunciado vendrá humilde y a un lugar humilde.

Toda la comunidad de magoi rezó por él para enviarlo. El maestro pronunció su nuevo nombre, signo de la nueva vida de peregrino de la Verdad.

—Desde ahora te llamarás Gaspar, porque eres el guardián el tesoro de nuestra sabiduría. Que Dios te conduzca hasta Sí mismo. Que calme y, a la vez, avive tu sed en el oasis del maestro que encontrarás en el camino.

Era el amanecer de un 6 de enero.

No pasaría mucho tiempo antes de que Gaspar Yossed encontrase a Baldassare, que iniciara idéntica peregrinación desde la lejana Etiopía. Para ambos llegó el oasis en la persona de Melqui Or, “rey de luz”. Él era el maestro de vida que completó la pequeña comunidad de magoi. Para ellos, su hogar era el propio camino, peregrinos de la intimidad con el Dios grande que les conducía a la gran revelación.

Llegaron, finalmente, a Judea. El cielo de Bethlehém, la “Casa del Pan”, era su punto de mira cada noche. También hoy, 6 de enero.

La estrella que titiló para Anahí y Yazed tantos años atrás fue fiel a su cita. Les mostró el camino hacia Yeled Yeshúa, el Pequeño altísimo que había cambiado para siempre la Historia.

Le adoraron.

La madre de Yeshúa sonrió a Gaspar Yossed, y él supo al instante que era inmaculada, como el nombre de su propia madre significaba. La música inaudible e inefable del momento quedó presidida por una voz solista. Yeled Yeshúa reía ante la caricia de la barba del anciano Melqui Or sobre sus mejillas carmesí. Gaspar Yossed conocía de memoria las palabras del profeta Sofonías. Se acababan de cumplir en la risa del Niño:

«El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo».

                                                                  scrivivente firma trans pequeña

Citas bíblicas: Habacuc 2, 1-3 / Miqueas 5, 2 / Sofonías 3, 17

Imagen: Adoración de los Reyes Magos (El Greco. 1568)

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3 Comentarios

    1. ¡Bienamada Rosa de la Paz! Sólo soy la pluma. La mano que me lleva me enseña la ruta y me confía el continuarla en Su nombre. De Él aprendo que la vida misma, cada vida, es una «obra de arte». Lo puedo apreciar en ti, poema viviente que escribe a mano la misma mano que me guía.
      ¡Un abrazo muy grande! Gracias por acercarte a esta fuentecilla.
      🙂

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