La parábola de los girasoles

El Reino de los Cielos se parece a una plantación de girasoles.

En el envés de las hojas, los girasoles disponen de unas glándulas llamadas «tricomas». Contienen unas sustancias químicas que, una vez en tierra, evitan la germinación de malas hierbas alrededor de las flores. El agua de riego, la lluvia y el rocío toman en brazos esas sustancias y las llevan hacia la raíz y la tierra que hace de hogar a los girasoles.

Para beber mejor el vino de esta pequeña parábola es menester visitar antes la viña de sus datos.

La fuente, el «girasol», de la parábola ha sido una noticia elaborada por la Agencia de noticias Historias de Luz, que se esfuerza cada día en girar su corola en busca del sol de las buenas noticias de Andalucía.

Herbicidas ecológicos gracias a un secreto de los girasoles

Historias de Luz – 15.02.16

¿Por qué en los campos de girasoles no hay generalmente malas hierbas? Investigadores de la Universidad de Cádiz partieron de ese interrogante e iniciaron un estudio. La respuesta, aseguran, está en el propio girasol, concretamente en el envés de sus hojas, donde se acumulan ciertas sustancias capaz de eliminar plantas competidoras para el cultivo. Gracias a ese descubrimiento, han conseguido crear nuevos herbicidas ecológicos.

Y ahora, conversemos sobre lo que los girasoles y los científicos gaditanos nos enseñan para la vida:

Nuestra vida es un «girasol». Las hojas, cada hoja, nos dice que la vida exterior, de relación con los demás y con el mundo, representada por el «haz», es una sola cosa con la vida interior —nuestros pensamientos y sentimientos—, representada por el «envés». Así como el haz y el envés de la hoja nunca están separados, nuestra vida debe fluir en la armonía entre lo exterior y lo interior.

El «haz» contiene la clorofila de nuestras virtudes humanas, activada por la luz del Sol que, por naturaleza, como «girasoles», buscamos sin descanso. Cuando cuidamos bien el «envés», la vida interior, en camino de madurez creciente, destilamos a nuestro alrededor esas «sustancias» —tricomas espirituales—que protegen nuestro entorno de las malas hierbas —Jesús las llama «cizaña» en la parábola (Mt 13, 24-43)— del encono, la ira, la tristeza y demás visitantes indeseados de nuestro campo de girasoles. Pero para ello, no debemos ser «impermeables» al rocío y a la lluvia del amor, debemos compartirnos, dar la vida, ofrecernos a los demás.

Además, y por añadidura, nuestro «girasol» ofrece suculentas pipas que, tostadas al calor de la convivencia, crean a su vez calor de hogar mientras las degustamos en familia.

scrivivente firma trans pequeña

 

 

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3 Comentarios

  1. Hola, amigo:
    Muy interesante esta entrada. Las (o los) tricomas se ocupan de la salud del jardín, siempre y cuando alguien lo riegue, por supuesto. Aquí, en el plano de la parábola, entra a tllar la Voluntad de emitir tricomas, por encima de la inercia que nos mece y nos amalgama en la chatura y el laissez faire. .¿Has visto las espirales de piretrina? Conozco a algunos que prefieren que los piquen los mosquitos antes de dejar la reposera y prender una. O tener olor a humo en la ropa y parecer fóbico.
    Como siempre, tu estilo claro y elegante. Un abrazo.

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    1. Me has ofrecido el siguiente reto: «las espirales de pietrina». Gracias. Las parábolas son como las cerezas, siempre acuden en racimo, aunque los tallos que las unen son los dedos del amigo con el que las contemplamos.
      Un abrazo fuerte que cruza el «Charco».
      🙂

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